El helado es uno de los caprichos que más nos permitimos en verano. Nadie nos impide disfrutarlos todo el año, pero es ahora cuando más apetecen; son muy refrescantes y tienen ese algo especial que nos hace volver a las vacaciones de verano de la infancia. Para pecar sin remordimientos, te traemos esta receta de helado saludable.

Un buen yogur natural de calidad es una base estupenda para preparar todo tipo de recetas, especialmente postres cremosos. Cuando era niña nos gustaba clavar cucharas directamente en la tapa del yogur para congelarlo tal cual; ahora me tomo la molestia de batirlo un poco con algo de fruta y rellenar moldes de polo, pero la idea es la misma.

Además de polos se pueden hacer helados ligeramente cremosos usando una base de yogur, mejor si es griego -griego de verdad, sin natas o espesantes añadidos-. Podéis usar desnatado, aunque con el yogur entero saldrán más cremosos, y también son más nutritivos.

Solo hay que escurrir el suero, batirlo bien para que quede cremoso y añadir un poco de esencia de vainilla, ralladura de limón o alguna especia. Para endulzarlo podemos usar un poco de almíbar o azúcar invertido, que ayuda a evitar la formación de cristales, pero siendo comedidos. Aunque yo prefiero sacrificar textura para no añadir azúcares, me gusta más incorporar fruta.

El yogur se puede mezclar con trocitos de fruta fresca bien dulce y aromática, o preparar un puré de fruta triturada y combinarlo creando remolinos, que darán un bonito efecto cromático. Con la mezcla lista solo queda verterlo en un recipiente cuadrado o rectangular, y congelar.

Si en el tiempo que tarda en congelar -unas tres horas-, nos molestamos cada 30 minutos en batir la mezcla con una batidora o tenedor, lograremos una mejor textura final. Con un buen robot de cocina se puede obtener un helado cremoso al instante, triturando la fruta y el yogur congelados.